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¿Qué es la queratoconjuntivitis vernal?

La queratoconjuntivitis vernal (QCV) es una patología inflamatoria, que puede ocurrir entre los 3 y 25 años, pero cuya incidencia máxima se produce a los 11 y 13 años. Con respecto al género, se presenta con más frecuencia en hombres que en mujeres (relación 5:1), igualándose la distribución al pasar la pubertad. Además, es más frecuente en primavera, pero algunos pacientes presentan síntomas todo el año, sobre todo en climas tropicales. De este modo, la tasa de incidencia es mayor en regiones con climas cálidos tales como, Latinoamérica, África, India, Medio Oriente y el Mediterráneo.

La QCV se corresponde con el 1% de todas las alergias oculares. Además, en el 65-75% de los casos cursa con antecedentes familiares. Es una enfermedad autolimitada, con una duración de 2 a 10 años y suele resolverse en la edad adulta.

Con respecto a la fisiopatología, todavía es desconocida. Se sopesa que pueden estar implicadas reacciones de hipersensibilidad inmediata y tardía, ya que se ha encontrado que interactúan varias líneas celulares compuestas por mastocitos, eosinófilos y linfocitos activados. En otro estudio se ha hallado un aumento en el estroma conjuntival de receptores de estrógenos, progestágenos y neurotransmisores, además de altos niveles del péptido intestinal vasoactivo y del factor de crecimiento nervioso. Por tanto, la etiología de la QCV es multifactorial, en la que interactúan los sistemas inmune, endocrino y nervioso.

¿Cuáles son los síntomas de esta conjuntivitis?

Los síntomas más comunes son:

  • Prurito, que puede darse de forma leve, intenso y persistente en los casos graves. Esta sensación puede ser desencadena por la exposición al viento, al polvo, una luz brillante, al calor o al sudor tras ejercicio físico.
  • Sensación de cuerpo extraño
  • Fotofobia
  • Lagrimeo

Todos estos síntomas se intensifican con el parpadeo. Además, es posible que la apertura palpebral este reducida como consecuencia de la reacción inflamatoria de los párpados, ocasionando ptosis palpebral. Al comienzo lo síntomas son leves, los cuales empeoran con la duración de la enfermedad.

Clasificación de las queratoconjuntivitis vernales

  • Queratoconjuntivitis vernal tarsal, caracterizada por la presencia de papilas en empedrado, hiperemia y quemosis conjuntival. Además, se puede encontrar una secreción fibrinosa adherida a la cara tarsal de la conjuntiva, dando lugar a pseudomembranas. Así como, la presencia de quistes conjuntivales. En fases avanzadas esta evolución puede ocasionar la aparición de simbléfaron.
  • Queratoconjuntivitis limbal, es más frecuente en mujeres y personas de raza negra. Se caracteriza por hiperemia e infiltrados gris-amarillentos en la zona del limbo corneal. Además, cursa con neovascularización superficial y periférica. La progresión de la reacción inflamatoria puede dar lugar a la formación de nódulos gelatinosos que se unen y conducen a la formación de los puntos de Horner-Trantas (en la fase activa de la enfermedad)

Sin embargo, estas clasificaciones no se cumplen con exactitud. En la mayoría de los casos los pacientes presentan características de ambos grupos.

Por otra parte, se debe recalcar que las formas crónicas pueden terminar en ceguera en el 5% de los pacientes.

Diagnóstico

El diagnóstico se realiza a través de la técnica de biomicroscopía para examinar la conjuntiva, la córnea y los párpados. A veces se realizan pruebas de laboratorio complementarias, sobre todo en los casos graves. Sin embargo, no existen pruebas de laboratorio con la suficiente sensibilidad y especificidad para diagnosticar la QCV. Por lo tanto, la identificación del agente causal es muy complicado.

En algunos casos, se han encontrado pruebas de alergias positiva a granos de pólenes, acaros de polvo y epitelio de gato. Por ello, se ha sugerido el estudio de los mediadores para su seguimiento. Además, un alto nivel de quimasa en la lágrima puede ser un marcador sensible para determinar la gravedad de la enfermedad.

¿Cuál es el tratamiento de la queratoconjuntivitis vernal?

Se suele tratar con fármacos tópicos en forma de colirios o ungüento, para reducir la inflamación y frenar la producción y liberación de los agentes mediadores. Los fármacos más empleados son:

  • Antiinflamatorios no esteroideos: Actúan frenando la vía de la ciclooxigenasa en la degradación del ácido araquidónico. El objetivo es reducir los síntomas oculares
  • Corticoides: Inhiben la vía de la lipooxigenasa y la ciclooxigenasa en la degradación del ácido araquidónico. La pauta de tratamiento tiene que ser corta, ya que puede ocasionar efectos secundarios, como catarata o glaucoma
  • Fármacos antialergénicos: Con el objetivo de reducir la producción de histamina o estabilizar las células implicadas en la inflamación. Se suele emplear antihistamínicos, estabilizadores de mastocitos o inhibidores de los eosinófilos.
  • Inmunoterapia: Se basa en la administración por la vía subcutánea del alérgeno responsable de la reacción alérgica con el fin de desensibilizarlos y disminuir la reacción. El objetivo es mejorar la sintomatología de los pacientes tanto en fases agudas como crónicas.

Por otra parte, también es muy importante unas buenas medidas de higiene, ya que una excesiva manipulación de los ojos puede incrementar la reacción alérgica:

  • No se debe frotar los ojos, aunque se presente prurito. Esto puede dar lugar a una mayor liberación de histamina e incluso heridas en los anejos oculares y en el globo ocular.
  • Una limpieza adecuada de la piel de los párpados, para frenar el crecimiento de la flora conjuntival. Para ellos se deben emplear limpiadores que no irriten ni alteren el pH de la piel.
  • Uso de lágrimas artificiales para aliviar la sensación de prurito y limpiar la superficie ocular de alérgenos o secreciones.
  • Uso de compresas frías, para estabilizar la membrana de los mastocitos y alizar la sensación de prurito.

Bibliografía

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