En los últimos años viene produciéndose un aumento en la incidencia de trastornos alimenticios, como son la anorexia nerviosa y la bulimia, favorecidos por la propia presión social.

Los medios de comunicación se empeñan en demostrarnos, una y otra vez, que lo delgado es bello y como resultado, algunos jóvenes comienzan a obsesionarse con su cuerpo y emprenden medidas drásticas como la reducción en la ingesta de alimentos acompañada, en ocasiones, por la aplicación de diuréticos, laxantes, provocación del vómito y un exceso de ejercicio físico.La OMS define la anorexia nerviosa como “un trastorno caracterizado por la presencia de una pérdida intencionada de peso inducida o mantenida por el mismo enfermo” y si bien suele afectar, principalmente, a adolescentes y mujeres jóvenes cada vez afecta a más hombres.

Aparte de las consecuencias cardiovasculares, endocrinológicas, dermatológicas, hematológicas, nerviosas y psiquiátricas una investigación de la Universidad de Atenas, publicada en la revista British Journal of Ophthalmology, ha puesto de manifiesto las graves consecuencias que para la salud visual podría tener la anorexia nerviosa.

Dicho estudio tomó como muestra a 13 mujeres que padecían este problema y se les midió el espesor y la actividad eléctrica de la mácula (zona central de la retina responsable de la visión de los detalles finos y de procesamiento de la luz) en comparación con un grupo de 20 mujeres que no padecían de anorexia.

Los resultados fueron concluyentes. La mácula y los nervios retinianos eran mucho más delgados en las mujeres que padecían la enfermedad. Asimismo éstas presentaban niveles más bajos de dopamina, neurotransmisor imprescindible en el procesamiento de las imágenes visuales en el cerebro.

Incluso entre las mismas mujeres anoréxicas, aquellas que desarrollaron algún síntoma de bulimia, como atracarse de comida para después provocarse el vómito, presentaban una fóvea (parte de la mácula rica en fotorreceptores) también más fina.

No se ha podido demostrar si este debilitamiento de la mácula constituye el principio de una ceguera progresiva e irreversible o si por el contrario, los daños podrían ser pasajeros y recuperables con el cambio a una alimentación adecuada.

Todo ello pone de manifiesto, una vez más, la importancia de seguir una dieta variada y equilibrada contando, sobre todo, con el constante asesoramiento y control médico.