Nunca se insistirá bastante en la necesidad de una buena visión en la conducción, debido a que al conducir ponemos en juego muchas facultades que, aunque la práctica ha ido mecanizándolas, no dejan por ello de tener su importancia. Pero, ¿cómo afecta la visión en la conducción?
No olvidemos que desde que vemos un obstáculo, lo percibimos, lo procesamos y nuestro cerebro da la orden de reaccionar, pisando el freno por ejemplo, pasan de uno a dos segundos, y más si hay ya una cierta dosis de fatiga (más de dos horas a volante o más de 200 km recorridos). Pues bien, en esos segundos, un coche a 60 km por hora recorre de 17 a 34 metros. Si va a 120 km/hora, de 34 a 68 metros… Este tiempo es mayor, cuanto menor sea la calidad de la visión que la persona tiene.
La primera conclusión es que, además de guardar la distancia de seguridad, es imprescindible una visión correcta, entre otras cosas porque más del 90% de las decisiones y de las reacciones necesarias para la conducción de un vehículo dependen de la vista.
Ve mal o lo ignora. El problema grave que se pone de manifiesto cada año es que un 5% de conductores –uno de cada veinte– ve muy mal y lo ignora. Y se sabe, extrapolando estadísticas fiables de países de nuestro entorno, que uno de cada tres conductores (33%) podría ver mejor y no lo sabe. En todo caso, es como para meditar el hecho de que casi la mitad de los muertos de tráfico se produzcan por la noche, precisamente cuando hay un tráfico que es sólo la quinta parte de intenso que durante el día.
El cansancio. Por mucho que las campañas oficiales nos digan que es necesario descansar, pocos conductores lo hacen. La conducción atenta, aunque nos parezca mecánica, exige un esfuerzo suplementario para el cuerpo y sobre todo para el cerebro y los ojos. Y aunque no lo notemos, las reacciones se hacen más lentas. Por eso, el consejo que se impone es parar cada dos horas, hacer un breve descanso, dar un paseo, cerrar los ojos y tratar de relajarse.
Hay además algunos hechos que aumentan la fatiga visual: por ejemplo, conducir de noche, el deslumbramiento, o conducir con el sol de frente, o con niebla o con lluvia.
Por si fuera poco, llevar unas gafas no actualizadas en cuanto a la graduación, supone un mayor esfuerzo y, por tanto, una fatiga más precoz. La actualización de las gafas es importante. No hay que olvidar el dato inicial: uno de cada tres conductores podría ver mejor y no lo sabe. Y quizá sea ésta la razón. Se acostumbra a ver así con sus gafas. Y como ve bien –o cree que ve bien– no acude a una necesaria revisión. Cada año deberíamos comprobar la situación de nuestros ojos, y sobre todo la visión que tenemos por cada uno de ellos.
Entre los que ven mal y los que podrían ver mejor -y por tanto también ven de manera deficiente suman casi el 40% de los que llevan un vehículo.
El peligro de la noche. Por si fuera poco, de noche, el sentido de profundidad visual es siete veces menos eficaz. Los contrastes se enturbian, los límites de los objetos se difuminan. Sólo actúa la retina periférica, pero esta no distingue la tonalidad de los colores (por ejemplo, el rojo parece siempre más lejano de lo que realmente está) y las distancias se subestiman, con lo que el acto reflejo de frenado se retrasa. Es esa una de las razones por las que en la noche hay muchos más accidentes. De hecho, de noche se producen tres veces más accidentes mortales que durante el día.
La velocidad del vehículo. Durante la conducción, las imágenes de los objetos se proyectan en la retina de forma difusa, pues se captan y suceden a gran velocidad. Ahora bien, a medida que se incrementa la velocidad, las imágenes se tornan más confusas, por lo que, a efectos prácticos, se reduce la visibilidad a lo que los expertos denominan campo de visión cinético. Y si la velocidad es muy alta, la vista del conductor sufre algo parecido al efecto túnel, es decir, el campo de visión queda tan reducido que se tiene la sensación de circular por un túnel.
Conocer de antemano la salud visual de nuestros ojos es fundamental a la hora de prevenir posibles accidentes al volante, problemas que se pueden detectar con un sencillo examen visual. Sin embargo, hasta un 25,7% de los españoles entre 18 y 30 años nunca se ha hecho un examen visual.
Ante esta situación, un consejo que debemos dar a los conductores es que:
- No espere a que le caduque su carnet para realizarse una revisión de la vista.
- Si usa gafas graduadas, lleve siempre la graduación correcta, los cristales limpios y sin rayas y unas gafas de repuesto.
- Revise cada año su graduación, y aunque tenga pocas dioptrías, no crea que no necesita gafas para conducir.
- Si tiene alguna alteración o enfermedad visual –como una agudeza visual inferior a la normal, cataratas, glaucoma, alteraciones retiniana- procure conducir por autopistas o autovías, aumente la distancia de seguridad, disminuya la velocidad, procure no hacer viajes largos, descanse cada hora de viaje y procure no conducir en situaciones con escasa luminosidad (amanecer, anochecer, durante la noche). En estos casos es recomendable revisarse la vista cada seis meses o un año.
- Prevenga la fatiga ocular aumentando el ritmo de parpadeo, sobre todo si usa lentillas.
- Evite la conducción nocturna más aún si tiene glaucoma y es mayor de 65 años, o si padece miopía, catarata o si ha sido operado recientemente de problemas visuales.
Dr. Javier Paz, Especialista en Cirugía Refractiva
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